Cumbre Rusia-África 2023, multipolaridad, BRICS y los viejos imperios coloniales

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La segunda Cumbre -África, que se celebrará los próximos 27 y 28 de julio en San Petersburgo, se esboza como un intento del Kremlin para afianzar y profundizar los actuales marcos de cooperación con el continente africano.

La respuesta de neutralidad de África no es que el continente se niegue a tomar una posición. Es la nueva y poderosa postura de que no tienes que elegir un bando en un mundo en el que puedes asociarte con muchos polos, en un mundo en el que no tienes que quedarte detrás de Estados Unidos en un mundo unipolar o elegir entre bloques. En una nueva Guerra Fría.

Este documento es copia del original que ha sido publicado por el Instituto Español de Estudios Estratégicos en el siguiente enlace.

Introducción: África con voz propia

En los últimos años, África se ha convertido en un actor estratégico y prioritario para Moscú. Muchas son las razones que sustentan este creciente interés de Rusia, entre otras, 54 asientos en la Asamblea General de la ONU y 3 rotatorios en el Consejo de Seguridad, ingentes reservas de recursos naturales y la población con mayor crecimiento del mundo.

Con todo, los países africanos ocupan hoy una posición dominante en los esfuerzos diplomáticos de Rusia, que se han incrementado, de forma muy notable, desde el inicio de la invasión de Ucrania el 24 de febrero de 2022. Esta deriva política hacia África queda patente en el nuevo Concepto Estratégico ruso de Política Exterior, que el gobierno de Putin adoptó el 31 de marzo de este 2023. Así, y entre otros asuntos, apunta a la «rusofobia» que impera en Occidente, que ha impulsado una guerra híbrida contra el Kremlin y sus intereses. Además, y con el foco puesto en el continente africano, subraya la importancia de reforzar el llamado «Sur Global» frente a la dominación tradicional de los países occidentales, que —según su narrativa— emana de la época colonial; mientras se centra en la máxima de «soluciones africanas para problemas africanos» que Moscú hizo propio en la Cumbre de Sochi de 2019, como eslogan del antiintervencionismo y el respeto por la soberanía nacional. Desde este enfoque político, como señala el concepto de política exterior, Rusia concluye que seguirá apoyando «el establecimiento de África como centro distintivo e influyente del desarrollo mundial».

Y aunque el interés ruso por África está ahora en continua expansión, dista mucho de ser nuevo. No obstante, la guerra de Ucrania y el consecuente aislamiento al que Occidente quiere llevar a Rusia, han intensificado los esfuerzos de Moscú para acercarse al continente africano. Como trasfondo general de este acercamiento se sitúan las nuevas necesidades del Kremlin en el actual escenario geopolítico. Entre otras, destacan la búsqueda de alternativas comerciales y el diseño de mecanismos para evitar las sanciones impuestas por los países occidentales o la consecución de apoyos y nuevos socios que impulsen su imagen de potencia hegemónica global en un orden mundial multipolar. Todas estas necesidades y objetivos conforman los pilares políticos y estratégicos sobre los que se asientan los esfuerzos rusos de cara a la Cumbre Rusia– África, que se celebrará este mes de julio en San Petersburgo.

La celebración de esta Cumbre, y especialmente la creciente presencia de Rusia en África, ha provocado múltiples y disímiles reacciones por parte de actores internacionales clave ya posicionados en el continente africano —como la Unión Europea (UE), Estados Unidos o —, que han visto en la estrategia rusa una amenaza a su condición de socios tradicionales de los países y organizaciones africanas. Por ello, se han manifestado distintas réplicas diplomáticas por parte de estos actores internacionales, así como numerosos intentos para reforzar y desarrollar nuevos vínculos en los ámbitos político, económico y de seguridad.

 

En el corto plazo, queda por ver si, tras años defendiendo un orden mundial multipolar, Rusia logra sus objetivos durante una Cumbre a la que los países africanos llegan más empoderados, con voz más firme e intención de decidir en función de sus propios intereses nacionales, así como su constatada pretensión de diversificar y elegir a sus socios dentro de la comunidad internacional.

Principales ámbitos de cooperación e influencia de Rusia en África

En el contexto africano, la actual influencia rusa se articula en torno a tres grandes dimensiones prioritarias: la esfera económica-comercial, la seguridad y defensa, y la dimensión informativa-cultural.

En cuanto a las relaciones económicas y comerciales, los principales intereses rusos se centran en la industria energética y extractiva de metales preciosos y materias primas. Para Rusia, la posibilidad de acceder a materiales energéticos a costes menores que sus propios recursos, así como a materias con las que no cuenta, supone un enorme atractivo para las empresas estatales. Junto con estas variables, Moscú percibe el incipiente sector energético nuclear africano —en el que Rusia se ha afianzado como uno de los principales proveedores a nivel mundial— como una prometedora oportunidad para sus intereses. Asimismo, si bien todavía se encuentra muy lejos de otros socios en la región como China o la UE, Rusia también ha aumentado en la última década de manera considerable sus transferencias comerciales con el continente africano.

Por otro lado, la cooperación en materia de seguridad y de defensa es el principal elemento articulado por Rusia para aumentar y asentar su influencia en África. Tras su participación en el conflicto sirio, el Kremlin se presentó ante sus socios africanos como un aliado solvente y sólido en esta materia, desvinculando su posible colaboración de exigencias en materia de gobernanza, anticorrupción o derechos humanos, como sí hacen los países occidentales. Además, apela a su pasado como fuerza antiintervencionista y antiimperialista para incrementar su influencia. Estas variables, junto a una incesante actividad diplomática, le han permitido convertirse en el principal proveedor de armas del continente; así como alcanzar acuerdos de cooperación militar y de defensa con más de una veintena de países africanos, muchos de los cuales se han firmado o renovado después de haber comenzado la guerra de Ucrania.

Además, en su intento de reforzar y asegurar su presencia estratégica en el continente africano, Rusia aspira a establecer una base naval en el mar Rojo, punto de interés geopolítico mundial y estratégico para la circulación marítima. Tampoco se descarta su pretensión, a más largo plazo, de establecer centros logísticos y corredores en países africanos que facilitan una conexión este-oeste y norte-sur, como es el caso de Kenia o , a los que recientemente Moscú se ha acercado diplomáticamente.

El bloqueo de toneladas de cereales ucranianos y rusos hizo saltar todas las alarmas en África, una región altamente dependiente de estos recursos agrícolas de primera necesidad. Esta situación ha sido utilizada por Moscú que apunta a las sanciones impuestas por Occidente como principal causa de la situación y, al tiempo, negar cualquier responsabilidad rusa.

En este contexto de la seguridad en África, uno de los principales ámbitos de intervención de Moscú es a través de compañías de seguridad privadas, principalmente el Grupo Wagner, cuya presencia se ha acreditado en una docena de países africanos. No obstante, queda por ver de qué manera impacta el reciente intento de rebelión —el pasado 24 de junio— del jefe de los mercenarios Wagner contra las estructuras políticas y militares rusas, tanto en las operaciones en suelo ucraniano como en las diferentes zonas de actuación en el continente africano.

Sea como fuere, la presencia de Wagner en África se ramifica desde lo militar hasta las dimensiones políticas y económicas, a través de un interconectado conglomerado de entidades. Hasta la fecha, se ha podido constatar su participación en operaciones contra grupos armados nacionales y grupos terroristas, y como asesores a líderes africanos, o en lucrativas actividades económicas — principalmente mineras y extractivas— en numerosos países del continente, normalmente en contraprestación a la provisión de asistencia militar y política por parte de Moscú. 

Desde 2019 a 2023. Relaciones Rusia–África

En 2019, la Cumbre Rusia–África se presentó al mundo como un éxito rotundo de la diplomacia rusa al conseguir la participación de 43 líderes africanos y la rúbrica de decenas de acuerdos y memorándums de entendimiento entre Moscú y distintos países africanos. No obstante, la obstinación del Kremlin por intentar cimentar su presencia e influencia en el continente se han disparado desde la guerra de Ucrania, como también lo han hecho otros países como China. Por su parte, otros actores internacionales
— entre ellos, Francia, la UE o EE. UU.— han intentado frenar la penetración rusa y china en África. Todo ello demuestra la importancia estratégica del continente africano en el actual escenario geopolítico.

Entre las principales iniciativas de Moscú, el ministro de Asuntos Exteriores ruso ha realizado, en apenas un año, visitas oficiales del más alto nivel prácticamente a todas las regiones del continente. Estas giras africanas han sido percibidas como un intento para rebatir la imagen de debilidad y aislamiento de Rusia proyectado por las potencias occidentales, impulsar su propia narrativa del conflicto en Ucrania y moldear su nueva visión del entorno geopolítico global, en el que la multipolaridad y el Sur Global —y, por tanto, África— tienen un protagonismo ineludible.

En julio de 2022, en plena ofensiva rusa en Ucrania, el ministro de Asuntos Exteriores Serguéi Lavrov visitó Egipto, República Democrática del Congo, Uganda y Etiopía, donde también mantuvo una reunión con la presidencia de la Unión Africana. Asimismo, desde comienzos del 2023, Lavrov ha efectuado viajes a Sudáfrica, Esuatini, Angola, Eritrea, Mali, Mauritania o Sudán. Durante los mismos, los debates se centraron, entre otros temas, en el incremento de la cooperación militar con algunos de sus socios tradicionales como Sudáfrica o Mali, el desarrollo de la tan ansiada presencia en el mar Rojo, o el aumento de la influencia cultural en países como Angola. En mayo, mantuvo encuentros de alto nivel en Kenia, un mes antes de acudir a la reunión de los ministros de Asuntos Exteriores de los países BRICS en , como cita previa a la 15.ª cumbre prevista para el mes de agosto. En dicha reunión, destacó que esta nueva asociación se basa «en los principios de igualdad, respeto mutuo, consenso, no intervención y apego estricto a la Carta de la ONU en todos sus principios y en todas sus relaciones»

En este sentido, se calcula que muchos de los más de 90 acuerdos y contratos firmados con diferentes socios africanos, con un valor en torno a los 12.500 millones de dólares, todavía no han sido ejecutados. Con estos datos, se puede inferir que la huella rusa, principalmente en materia económica, financiera y comercial en África sigue siendo muy inferior en comparación con otros socios internacionales. Con todo, se estima que la inversión directa rusa en el continente africano no alcanza el 1 % del total y que los intercambios comerciales se encuentran muy alejados de los que registran China, EE. UU.  Por todo ello, y conocedor de esta situación, Moscú plantea que estos aspectos sean algunas de las prioridades en la Cumbre de San Petersburgo.

Reacción occidental al incremento de la presencia de Rusia en África.

Ante la inminente cumbre Rusia–África, son muchos los actores occidentales que se han posicionado —de forma disímil— sobre su celebración, además de reaccionar a la expansiva presencia rusa en países africanos, especialmente desde la guerra de Ucrania.

Por su importancia como actores internacionales, además de sus posicionamientos y relaciones heterogéneas con el continente africano, destacan las reacciones de EE. UU., la Unión Europea y China con África. Estas han sido más intensas durante el tiempo que ha transcurrido desde la última cumbre Rusia–África, y especialmente desde la invasión rusa de Ucrania. Sin embargo, no son los únicos agentes externos que muestran interés por África, pues Japón, Irán y Turquía, entre otros, también mantienen una relación en distintos ámbitos con numerosos países africanos.

En este sentido, y más allá de la «coincidencia» de que Lavrov, la secretaria del Tesoro estadounidense Janet Yellen y el jefe de la diplomacia de la UE Josep Borrell visitaran Sudáfrica, con pocos días de diferencia, en enero de 2023, ¿Cómo han reaccionado las grandes potencias mundiales —EE. UU., China y UE— ante la creciente influencia de Rusia en África?

La Unión Europea: romper con el pasado

La UE —y, más particularmente, algunos de sus Estados miembros— mantiene lazos históricos con África, muchos de ellos anclados en tiempos coloniales. Y debido a este devenir común, lleno de claros y oscuros, las relaciones actuales no siempre discurren de manera fluida: una situación que Rusia trata de explotar a su favor.

En el ámbito diplomático, la UE y la Unión Africana celebraron su primera cumbre en Egipto en el año 2000, el mismo año en que China instauró su Foro de Cooperación con África. En febrero de 2022, una semana antes de la invasión rusa de Ucrania, y África celebraron su sexta y última cumbre hasta la fecha, en esta ocasión los líderes de las dos organizaciones continentales acordaron «una visión común de una asociación renovada» basada en la solidaridad, la seguridad, la paz, y una prosperidad y un desarrollo económico sostenibles y duraderos para los ciudadanos de ambas Uniones.

En el momento actual, la UE busca continuamente impulsar y reforzar sus relaciones con África; y, más en concreto, trata de renovar su relación con el Sahel, en donde Rusia ha penetrado con fuerza en los últimos años, especialmente en el terreno militar. En este contexto, el 16 de abril de 2021, el Consejo de la Unión Europea refrendó una nueva estrategia integrada de la UE para el Sahel con un enfoque más global centrado en el fortalecimiento de la gobernanza, el desarrollo y la responsabilidad mutua. Sin embargo, esta estrategia ya se encuentra desactualizada tras la concatenación de los últimos acontecimientos en esta región tan convulsa.

Ante la llegada de mercenarios de Wagner al Sahel Occidental —cuyo despliegue en Mali se presumía desde finales de 2021—, son muchos los países europeos que han decidido retirarse del escenario saheliano. Como ejemplos, el fin de la operación Barkhane y de la Task Force Takuba en Mali, la salida de efectivos franceses de Burkina Faso o el anuncio de Alemania de suspender su participación en la misión EUTM Mali, aunque todos ellos se han comprometido a seguir apoyando a la región. Si bien la razón última parece ser la llegada de estos mercenarios, también es cierto que las relaciones se han deteriorado tras los sucesivos golpes de Estado registrados en Mali (2020, 2021) y Burkina Faso (2022). Tras las asonadas militares, ambos países se han aislado internacionalmente para, al tiempo, acercarse paulatinamente a Rusia.

Por lo tanto, ante la llegada de Rusia, Europa se ha visto desplazada y quizás hasta sustituida en distintos ámbitos. Frente a esta situación, la UE no ha tardado en reaccionar y confía en su poder para redefinir las relaciones y seguir siendo un socio útil y prioritario para África. Europa, con su Global Gateway, trata ahora de establecer una relación política y económica con África basada en la reciprocidad en entornos como el comercio, 

la inversión, la ayuda o el apoyo técnico, con el claro objetivo de contrarrestar la estrategia de Rusia basada en venta de armas, apoyo a líderes autoritarios y colaboración técnico-militar39.

Estados Unidos y la postura reactiva

Por su parte, el enfoque estadounidense ha estado condicionado por el mandato del expresidente Donald Trump entre 2017 y 2020, cuya política exterior hacia África fue prácticamente inexistente. Es más, Trump llegó a considerar el cierre de todas las embajadas estadounidenses en el continente africano, al tiempo que redujo el despliegue en Somalia y en varios países del Sahel.

En lo que respecta a las relaciones diplomáticas antes del periodo Trump, el entonces presidente Obama visitó distintos países de África en tres ocasiones (2009, 2013 y 2015) y organizó la primera Cumbre de líderes de EE. UU. y África en agosto de 2014. Y tras la presidencia de Trump, el presidente Biden organizó la segunda Cumbre de líderes en diciembre de 2022. Es interesante subrayar que ambas cumbres han sido organizadas pocos meses después de la anexión rusa de Crimea (febrero de 2014) y de la invasión rusa de Ucrania (febrero de 2022), lo que podría interpretarse como una postura reactiva de EE. UU. a las decisiones de Rusia que pueden tener incidencia en África.

En la última cumbre (diciembre de 2022), EE. UU. subrayó su «compromiso permanente» con África, la importancia de las prioridades globales compartidas y que el continente africano «marcará el futuro, no solo el de los africanos, sino el del mundo. África marcará la diferencia a la hora de abordar los retos más urgentes».

Por otro lado, en este 2023, EE. UU. mantiene una importante e inusual agenda de visitas de altas autoridades a distintos países africanos, entre las que destacan las de la vicepresidenta Kamala Harris y la primera dama Jill Biden. Asimismo, todo hace pensar que, durante este año, se producirá una gira oficial del presidente Biden por África; y que este potente despliegue diplomático pretende ser un punto de inflexión que cambie las relaciones entre EE. UU. y el continente africano. Hasta ahora, en su política exterior, EE. UU. parecía no considerar a los países de África como socios, sino únicamente como receptores de ayuda. Quizás su actual interés pueda significar un cambio de actitud, el inicio de una relación entre iguales, aunque aún es demasiado pronto para saber si esta tendencia ha llegado para quedarse a largo plazo.

Además de esta campaña diplomática sobre el terreno africano, EE. UU. también trata de limitar el impacto de Wagner en el continente. El pasado enero, declaró a esta compañía privada de seguridad rusa como una organización criminal transnacional, y le impuso sanciones para contrarrestar sus actividades y la creciente influencia en África. Es más, durante la última Cumbre entre EE. UU. y África, las autoridades estadounidenses habrían intentado convencer al presidente de la República Centroafricana (RCA) de alejarse de Wagner a cambio del entrenamiento militar estadounidense de sus fuerzas armadas y un incremento de la ayuda humanitaria.

De esta manera, al contrario que la Unión Europea y sus estados miembros, EE. UU. parece dispuesto a abandonar su tradicional postura reactiva respecto a África. Esta estrategia estadounidense, unida a las campañas de desinformación rusa, se ha visto claramente reflejada en estos meses previos a la próxima cumbre Rusia–África. En este tiempo, Rusia ha acusado a EE. UU. de intentar sabotear la cumbre, de presionar a los países africanos para no acudir a la cita y de aislar internacionalmente a Rusia.

China y el no intervencionismo

A diferencia de EE. UU., las visitas de alto nivel sí son un elemento diferenciador de la política exterior de China en África desde tiempos pretéritos. En enero de 2023, el ministro de Asuntos Exteriores chino visitó cinco países africanos, además de la sede de la Unión Africana. No obstante, estas relaciones diplomáticas no son ninguna novedad ni deben analizarse de la misma manera que las visitas estadounidenses al continente. Así, en los últimos 33 años, los sucesivos ministros de Asuntos Exteriores chinos han viajado oficialmente a África en su primer viaje anual al extranjero. Es más, el primer ministro Xi Jinping estuvo en diez ocasiones en África entre 2014 y 2020.

Por lo tanto, en este sentido, la diplomacia directa de China a África no ha sufrido grandes cambios tras la mayor presencia de Rusia. Por encima de cualquier circunstancia, China vela desde hace tiempo por la defensa de sus propios intereses en el continente; y, entre otros muchos avances, ha logrado que, en 2023, ningún Estado africano —salvo Esuatini— reconozca al gobierno de Taiwán.

En lo que se refiere a la «diplomacia de Cumbres», en el año 2000 se celebró la primera conferencia ministerial del (FOCAC) en Pekín. Desde entonces, se han celebrado seis conferencias ministeriales además de tres cumbres de líderes. Por tanto, China tiene más institucionalizada su relación con África que EE. UU., y no parece haber sufrido alteraciones en los últimos años por la creciente influencia de Rusia en el continente.
Sin duda, China desarrolla su mayor presencia en África a través del ámbito comercial y económico, cuya entidad aumenta año tras año. El comercio entre China y África ascendió a 254.000 millones de dólares en 2021: un incremento del 35,3 % respecto al año 2020. Es más, el objetivo de China sería superar el comercio total de la UE con África en 2030, un dominio en el que Rusia aún no es un competidor suficientemente fuerte para el gigante asiático.
Respecto a la presencia de sociedades privadas de seguridad, China las utiliza en África para defender sus intereses —como instalaciones mineras, puertos, proyectos de infraestructuras— pero, hasta el momento, no participan en operaciones militares y, por tanto, su actividad no se puede comparar con la de Wagner. Sin embargo, un ámbito en el que China parece querer competir con Rusia es en la venta de armas; aunque, en el periodo 2018-2022, Rusia superó a China como principal proveedor de armas a la región subsahariana, al tiempo que las importaciones de armas chinas a esta región disminuyeron del 29 % al 18 %.

Cumbre Rusia- África 2023: previsiones, sinergias e intereses

¿Qué pretende Rusia con esta Cumbre?

En su comparecencia ante los medios previa a su último viaje a África, el ministro de Asuntos Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, subrayó algunos de los puntos fuertes de su estrategia en materia de cooperación a corto plazo con el continente, lo que vislumbra sus perspectivas y prioridades de cara a la próxima Cumbre en julio. Entre otros, se contempla la articulación de nuevos mecanismos de comercio e inversión para profundizar la presencia real de Rusia en la región, el impulso de nuevas formas de cooperación regional, la implantación de vías alternativas de pago y divisas entre ambas partes con el objetivo de eludir las sanciones occidentales o la profundización de la colaboración entre ambas partes en materias como la cooperación humanitaria, sanidad, movilidad o I+D+i.

En este contexto general, el impulso de la cooperación regional es una de las prioridades para Moscú y responde a varios objetivos. Por una parte, relanzar sus marcos de cooperación exteriores —tradicionalmente anclados a las antiguas Repúblicas Soviéticas— para buscar nuevas rutas logísticas, presentarse al mundo como un actor de presencia e importancia global y expandir su influencia en materia de soft power más allá de su tradicional esfera soviética. En este aspecto, juega un papel esencial la revitalización que actores como Moscú o Pekín pretenden hacer de marcos de asociación y cooperación internacionales, como el grupo de los BRICS, que mantendrá su reunión anual —a nivel presidencial— en el mes de agosto en Sudáfrica. Al respecto, una docena de países a lo largo del mundo —entre ellos, Estados africanos como Nigeria, Senegal, Egipto o Argelia— han mostrado su interés por participar en dicha iniciativa. De ser así, los nuevos miembros crearían una entidad que representaría al 50 % de la población mundial y el control sobre el 60 % de las reservas de gas mundiales, además de concentrar un un 30 % superior al de EE. UU.

Por otra parte, África y su organización continental emergen como una alternativa viable para intentar eludir y reducir el impacto de las sanciones occidentales, además de relanzar su imagen de potencia comercial. Este aspecto se ha fortalecido especialmente tras la entrada en vigor en 2021 del Acuerdo de Libre Comercio Continental Africano (), que tiene como objetivo eliminar el 90 % de los aranceles de bienes comercializados a lo largo de todo el continente y que contempla mecanismos como las zonas francas o las zonas económicas exclusivas. Esta tendencia liberalizadora supone una oportunidad para las empresas rusas para impulsar la producción y comercialización en un  mercado  en constante  crecimiento. Pero, por encima de  todo, permite la reexportación —libre de todo tipo de restricciones— de determinados productos finalizados en África a Rusia u otros Estados de la Unión Económica Euroasiática (EAEU). Actualmente, Rusia ya tiene activa una zona de libre comercio en Port Said en Egipto, donde produce componentes automovilísticos y de maquinaria para la importación. De manera similar, destacan las negociaciones en marcha para formalizar acuerdos análogos con países como Sudáfrica, Mozambique o con la Unión Africana; mientras, es probable que antes de que finalice 2023 pueda ratificarse el acuerdo de libre comercio entre Egipto y la EAEU en materia agrícola.

También en la esfera comercial, otra de las prioridades para Rusia es la diversificación de sus intercambios comerciales en el continente, ya que en la actualidad, el 70 % del comercio ruso en África se concentra en cuatro países: Argelia, Egipto, Marruecos y Sudáfrica. En todos los casos, la provisión de armas sigue siendo uno de los principales vectores de transferencias comerciales, por lo que el establecimiento de nuevos mecanismos de cooperación e intercambio comercial, y la diversificación de las exportaciones e importaciones son elementos para tener en cuenta.

Por otro lado, la llamada «desdolarización» es otro de los principales objetivos de cara a la segunda Cumbre ruso-africana. En marzo de 2023, el presidente Putin indicó la prioridad de Moscú de facilitar los intercambios comerciales entre Rusia y los países africanos a través de pagos en divisas nacionales, con el objetivo de «dar forma a la nueva agenda global, trabajando juntos para fortalecer las relaciones interestatales justas y equitativas». En este sentido, además de la intención de debilitar al dólar como moneda de referencia mundial, la transición hacia tipos de cambio basados en monedas nacionales otorga a Rusia oxígeno para bordear las sanciones financieras impuestas por los países occidentales debido a su agresión contra Ucrania.

¿Dónde se esperan acuerdos?

Son muchos los países africanos en los que Rusia parece tener especial interés, además de reforzar su relación con aliados ya consolidados. La posibilidad de extender su influencia, especialmente en el contexto militar, viene determinada en gran medida por la debilidad que presenten los gobiernos —como pudo ser, en su momento, el caso de Mali y Burkina Faso— y la fragilidad de sus sistemas democráticos.

Hoy en día, la evolución del conflicto en Sudán es otro factor fundamental en el futuro de las relaciones con Rusia. Ambos países mantienen acuerdos en muy diversos ámbitos y, como se ha visto anteriormente, además de la presencia de Wagner en actividades militares, políticas y económicas. El curso de los enfrentamientos y el resultado final podrían tener un impacto en los intereses rusos en Sudán, especialmente en lo que se refiere a la actual red de extracción y contrabando de oro, así como el posible establecimiento de una base naval rusa en el mar Rojo, cuya reactivación podría depender de quien se proclame vencedor del conflicto.

Junto a Sudán, preocupa la estabilidad de Chad, un país tradicionalmente estable del Sahel Occidental, e inmerso ahora en una transición política tras la muerte de su presidente en 2021. En la actualidad, el Gobierno de Yamena vive con gran preocupación el posible desbordamiento del conflicto de Sudán en el interior de sus fronteras, además de la aparición de grupos rebeldes chadianos en la vecina República Centroafricana. Asimismo, en ambos países despliegan mercenarios de Wagner, que podrían estar amenazando con derrocar al Gobierno chadiano65.

Por otro lado, Costa de Marfil puede vislumbrarse como posible país con el que Rusia intente firmar acuerdos bilaterales, tanto de carácter económico como militar, tras la expansión del terrorismo hacia el golfo de Guinea. Desde hace meses, Francia advierte de la desinformación rusa en este país, que está alimentando el sentimiento antifrancés. En el ámbito económico, también parece destacar Kenia —uno de los últimos destinos en los que ha estado Lavrov— y que se figura como un potencial socio estratégico para Moscú.

Asimismo, no hay que perder de vista los países africanos que celebran elecciones presidenciales este año o el siguiente, como posibles focos de interés para Rusia, así como otros con los que quizás Moscú trate de firmar nuevos acuerdos bilaterales.

 

Conclusión: la futura influencia internacional en África

La presencia e interés de Rusia por África data del comienzo de la década de los 2000, cuando se comenzaron a revitalizar relaciones poscoloniales con ciertos países del continente. No obstante, la invasión de Ucrania ha propiciado un especial interés por parte de Moscú por profundizar su cooperación con socios tradicionales como Mali, Sudán o República Centroafricana, además de acercarse diplomáticamente a otros países aliados tradicionales de Occidente, como Kenia o Costa de Marfil. Todo ello enmarcado en la repetida pretensión del Kremlin de redefinir el actual orden mundial y sustituirlo por un nuevo sistema «multipolar», que reivindique el llamado «Sur Global» y proteja la soberanía e integridad de las naciones, en contra de la injerencia neocolonial de Occidente que denuncia Rusia como fundamento de sus campañas de influencia en África.

Además de los esfuerzos en la conformación de este pretendido nuevo orden mundial, Rusia parece decidida a reforzar su presencia en el flanco sur de la OTAN, así como extender su influencia más allá de las tradicionales áreas de control en Asia Central y los Balcanes; aprovechando la actual incertidumbre e inestabilidad geopolítica mundial y la revitalización de la política de bloques, al más puro estilo soviético durante la Guerra Fría.

Sin duda, el acercamiento ruso a África ha afectado especialmente a la UE, que se debate entre reforzar sus lazos con el continente o retirarse para evitar el contacto con Wagner.

China, por su parte, parece mantener su estrategia sin cambios; mientras que EE. UU. defiende una campaña más asertiva para tratar de frenar el avance ruso.

En este nuevo esquema internacional, África está llamado a jugar un papel fundamental en el mundo; y la Cumbre de este mes de julio se perfila como un punto de inflexión para profundizar los marcos de cooperación entre ambas partes. Una pretensión que terminará por decidir la impronta e influencia rusa en el escenario africano; y, al mismo tiempo, condicionará el futuro de Occidente y otras potencias mundiales en África.

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